La verdad es que esta noche me siento, de alguna forma, derrotado. Hablo de baloncesto, como siempre, y de la NBA, como en casi todos los casos, pero no me refiero a la final de la NBA recién ganada por los Celtics.
Cierto es que mi preferencia era que ganasen los Lakers y que Gasol, primer compatriota en llegar a lo más alto de esta competición, hubiese brillado, pero no se me puede calificar de forofo, hasta el punto de que casi llevo peor no haber visto una buena final. En cualquier caso, más vacío de emociones me quedé en una reciente final San Antonio-Detroit. Y aún así hace muchos años que me vale la pena seguir exhaustivamente la competición más espectacular del que en mi opinión es el mejor deporte.
De lo que hablo es de las dos bajas que el grupo de españoles en la NBA va a sufrir respecto de esta temporada. El acuerdo de Garbajosa con los Raptors es, seamos sensatos, el mejor final a una historia que había empezado tan bien que parece injusto que se convirtiera en algo tan efímero. Sus primeras grandes actuaciones se han quedado también como las últimas; sus records provisionales se han quedado en definitivos; los halagadores motes que le pusieron, como “the glue”, no han llegado a estar tatutados en ningún hombro; el mejor ejemplo del buen rendimiento que puede dar en la NBA un europeo con más inteligencia para el basket que capacidad física o juventud, peligra con no haber llegado a arraigar en ninguna parte. Incluso el juego que la franquicia de Toronto comenzaba a encontrar y enamorar, se ha desvanecido como humo al sufrir la ausencia de Garbajosa.

Pero bueno, nadie tiene la culpa de que Jorge tuviera la mala suerte de lesionarse mostrando su casta intentando inútilmente taponar a un pívot de los Celtics que machacaba culminando un contraataque. (En qué poco tiempo, por cierto, ese mismo equipo se ha dado la vuelta como un calcetín para ganar un campeonato. Y qué relevancia ha tenido el jugador al que quiso taponar Jorge, que no ha ganado el anillo por ser una de las principales monedas de cambio en los traspasos que reforzaron tanto a los de Boston como para hacerlos campeones).
A pesar de que es un final triste a esta etapa, la baja era previsible y era deseable que se produjese cuanto antes, con el menor desgaste y las menos disputas posibles, visto lo visto con el asunto de la selección. Ha ocurrido incluso antes del draft, con lo que Jorge –inesperadamente para mí- está disponible para participar con la selección –a la que ha mostrado una devoción más allá de lo razonable- y representarnos en la olimpiada de este verano.
La segunda baja, última de momento –pero hay que leer a diario la prensa de Oregon- me ha pillado por sorpresa. Parece ser que, aunque no se puede hacer público aún, Navarro da por terminada su aventura americana. ¿Qué habrá hecho cambiar de opinión tan radicalmente a Juan Carlos?
Es posible que se sienta ya triunfador, porque es cierto que estar en boca de todos por tu enorme talento como tirador, casi de récord histórico entre los novatos, y ser parte del tan seguido y promocionado all-star en su primera temporada, es triunfar. Quizá haya superado ya el reto al que quiso enfrentarse.

Podría también haber descubierto que había más de motivación que de apoyo en la presencia de Pau en su mismo equipo y, una vez eso ha cambiado, no le valga la pena sufrir más la lejanía de su gente y su tierra.
También puede ser que le haya defraudado la ceguera tradicional, supuestamente en proceso de desaparición, de los directivos de las franquicias de la NBA cuando se trata de valorar el talento europeo, cuando se trata de evaluar a un jugador al que le falta la, supuestamente también, imprescindible capacidad física y atlética. Eso podría haber hecho que ni con un año sobresaliente le hayan llegado ofertas económicas comparables –al menos eso es lo que él merece, a todas luces- a las que recibe desde España.
Sea como sea, algo importante ha ocurrido esta semana porque desde que volvió de Estados Unidos se le ha oido decir, con respeto pero rotundidad, que no tenía oídos para negociar con equipos europeos, ni cabeza para pensar en un reto que no fuera triunfar en la NBA y en la selección. Su –por confirmar- vuelta a casa es la prueba de la pérdida de ilusión en un proyecto en el que se jugó mucho el año pasado. Le deseo toda la suerte del mundo en sus nuevos planes porque se la ha ganado, pero no puedo evitar sentirme triste por este cambio de rumbo, porque a mí me contagió su ilusión.
El único nuevo español en la próxima temporada de la NBA parece que será Rudy Fernández, aunque tanto este año como los próximos habrá que seguir pendientes -aunque sea con el rabillo del ojo- de lo que puedan hacer Marc, Ricky, Claver y Vázquez como mínimo. En fin, que hacía varias temporadas que lo que hacía la armada española era crecer y me apena que este año vaya a disminuir. De todas formas que nadie dude de que, cuando llegue el principio de la temporada regular, seguiré la NBA con ilusión renovada; a fin de cuentas lo he hecho así incluso cuando lo más español que había allí era el recuerdo de una leyenda de nuestro baloncesto ocupando una plaza de banquillo a la que llegaba menos el sistema de rotaciones que a la de Sergio Rodríguez, y casualmente en el mismo pabellón.
No quiero dejar de mencionar que tampoco tenemos este año representante española en la WNBA, cuando tengo aún tan recientes las emociones que Marta Fernández nos transmitió el verano pasado en la ciudad en la que ahora triunfa Pau, así que ... menos mal que tenemos a las dos selecciones de baloncesto clasificados para la olimpiada y con expectativas de protagonismo.
Y es que de lo que se trata, en mi caso, es de esto: de sentirme representado en el deporte que más me apasiona y con el que más me identifico. Decía al principio que me siento un poco derrotado porque dos jugadores que han llevado a la NBA nuestro talento y nuestra personalidad, ya no me representarán en la liga de baloncesto más espectacular y relevante del mundo. Pero también es cierto que vivimos buenos momentos en cuanto a nuestra representación en las competiciones internacionales, la selección, y ojalá siga siendo así a pesar de los inoportunos cambios que ha sufrido en su dirección. Por todo lo que he dicho, mi ilusión está puesta en ellos, mi calendario de verano tiene un fondo de anillos olímpicos y seguiré, y con mucho gusto, con el sueño cambiado.
Vicente Llamas Roldán